Su nombre es horcón, cimiento, investigación, talento, entrega, dulzura, amor por la urbe, mucho corazón y una gran sonrisa… En ella se resumen los sueños de la Oficina del Conservador de la Ciudad (OCC) de Santiago de Cuba, dos décadas atrás, cuando solo se adivinaba la importancia que iba a tener la recién fundada institución.

Marta Elena junto a Omar López, Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba, junto al que compartió el amor a la ciudad, por la Oficina del Conservador y también una gran amistad.
Marta Elena junto a Omar López, Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba, junto al que compartió el amor a la ciudad, por la Oficina del Conservador y también una gran amistad.

A Marta Elena Lora Álvarez se le evoca hoy con una mezcla nostálgica de sentimientos: gran cariño en quienes compartieron sus sueños de trabajo en la Oficina; respeto entre los que vivieron su amor por la arquitectura; complicidad profesional en todos los que contagió con la pasión por el patrimonio cultural cafetalero.

De las aulas de la Universidad de Oriente, donde compartió con los alumnos sus incansables horas de estudio e investigación, pasó a ser, en 1988, miembro profesional del Grupo para el Desarrollo Integral de la Ciudad. Más tarde, en 1994, comienza a prestar servicios técnicos a la Oficina Técnica Provincial de Restauración y Conservación de Monumentos de Santiago de Cuba. Cuando tomaba la palabra, simplemente embelesaba a los demás, aunque se confesaba temerosa de hablar ante un auditórium, pero su vocación por enseñar y educar fuera del púlpito siempre estuvo ahí con los consejos oportunos y también los necesarios regaños. Ella era, a decir de algunos, como “una gallina con sus pollitos”.

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Foto tomada del artículo «MARTA LORA IN MEMORIAM», escrito por Morcate Labrada, Flora de los Ángeles; Quesada Milián, Sonia Silvia, y publicado en «Arquitectura y Urbanismo», vol. XXXI, núm. 1, 2010, pp. 84-88

En 1996 es propuesta como la primera directora de la Oficina Técnica de Conservación y Restauración, dentro de la estructura de la OCC, responsabilidad que dijo “asumir por un tiempito”, y se convirtió en su vida por los siguientes 10 años. En 1999 obtuvo la categoría de Máster en Conservación y Rehabilitación del Patrimonio Construido, con la tesis “La Arquitectura de Carlos Segrera: Patrimonio Cubano del siglo XX”, profesional por el cual sintió gran admiración, y nunca lo escondió, al contrario, era amor irradiado y contagioso.

Y no solo por Segrera, también se enamoró del trabajo de Rodulfo Ibarra, los hermanos Ravelo Repilado, Ulises Cruz Bustillo… y otros más que apasionaron a esta mujer que descubrió una manera diferente de contar la historia del patrimonio construido, desde la visión de sus artífices. También escudriñó en la labor de la mujer en esa profesión, sentía la necesidad incontenible de hablar de las féminas y sus aportes a la fisionomía de la ciudad de Santiago de Cuba. Fue precursora de ese tipo de investigación.

Y si de justipreciar se habla, Marta Elena también necesita ser apreciada en el lugar que merece. En la actualidad, cada 13 de marzo se celebra en el país el Día del Arquitecto Cubano, y detrás está la mano y perseverancia de esta mujer, que desde Santiago de Cuba y con sus investigaciones, hizo que se retomara a nivel nacional ese jolgorio.

Aunque grande fue su recorrido laboral, si algo la acompañó siempre fue su ética, disciplina, profesionalidad, y sobre todo, su entrega al trabajo, esa que hoy recuerdan quienes compartieron con ella como colegas. Ella era consagración, así la resumen muchos, pero siempre con la sonrisa sincera y dulce en su rostro, pero la memoria colectiva, en la OCC, tiene su peculiar forma de conservar el recuerdo de Marta Elena.

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Para las Arquitectas y Máster en Ciencias, Nancy Giraudy Rodríguez y Mariela Rodríguez Joa, evocar la memoria de Marta es “complejo”, porque “ella fusionaba los roles «mujer profesional» y «dirigente», era organización, capacidad técnica, intelectual y artística, potencial de análisis lógico y racional, era sensibilidad humana; tenía dotes innatos de maestra y arquitecta, desde las aulas promovía la relación holística entre la arquitectura y el medio ambiente. Sus inquietudes culturales la condujeron por el largo, inquietante y, a veces, torturante sendero de la investigación arqueológica y arquitectónica, en esta última puso especial dedicación al conocimiento de la vida de los arquitectos, ingenieros y maestros de obra que labraron la imagen fisonómica de la ciudad santiaguera”.

“Era una mujer inteligente, voluntariosa, observadora, acuciosa y detallista en todas las acciones de su existencia, cuyo ideario se conecta en algo tan esencial como la participación activa de la mujer en la vida pública. Aprendió a conjugar varios binomios necesarios: la casa y la oficina, la arquitecta y la profesora, la madre y la jefa, la amistad y el trabajo. Alentó siempre las buenas ideas y muy pocas veces decía «no» o «no se puede»; podía decir las verdades más crudas sin ofender a nadie y convencer al más cerrado de los caracteres humanos: nunca subestimó «al otro»”, aseguran Nancy Giraudy Rodríguez y Mariela Rodríguez Joa, y sentencian que “Marta Elena Lora Álvarez: esa buena cubana, bella, sencilla y elegante «mujer fuera de serie», hizo suya la máxima martiana: «la utilidad de la virtud»”.

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Marta Lora en septiembre de 2007, durante el encuentro realizado en Santiago de Cuba por el XXX aniversario de la graduación de su grupo de estudios en la carrera de Arquitectura. Foto tomada del artículo «MARTA LORA IN MEMORIAM», escrito por Morcate Labrada, Flora de los Ángeles; Quesada Milián, Sonia Silvia, y publicado en «Arquitectura y Urbanismo», vol. XXXI, núm. 1, 2010, pp. 84-88

“El primer recuerdo que me viene a la mente de Marta Elena Lora Álvarez es su meticulosidad, su organización y su entrega al trabajo”, dice la Doctora en Ciencias Aida Morales, y acota que “era una persona muy amable, de un trato exquisito con todo el mundo, y a la vez era muy exigente. Ella convertía un informe para una asamblea de balance en un trabajo doctoral, pues no le podía faltar ni un detalle, velaba desde la cubierta hasta las fotos que debían aparecer. Igual con las investigaciones que se realizaban en cualquier departamento, revisaba desde las comas hasta los apellidos de las personas”.

Frente a la Oficina Técnica, asegura Aida Morales, logró “armar un equipo de trabajo que funcionaba como una familia, nos conocíamos y nos queríamos todos, hacíamos actividades juntos también, trabajos a deshoras, y nunca había malas caras… su obra, legado, no fue solo el de la persona que llevaba la parte de los proyectos en la OCC, sino que también tuvo muchos intereses diversos en el área de la investigación, se relacionó mucho con los historiadores”.

“Ella de cierta forma fue una de las personas que encauzó mi vida profesional y me hizo darme cuenta que la arqueología era el camino que debía seguir”, afirma la Doctora en Ciencias Yaumara López, actual Jefa del Departamento de Arqueología de la OCC.

marta-elena-lora-alvarez_foto-archivo-occ“Mi interés por el patrimonio cafetalero Marta lo convirtió en una pasión. Cuando ella lo supo me inculcó el sentido de la responsabilidad porque me enseñó a trabajar con las personas, con la comunidad, a trabajar el patrimonio cafetalero más de cerca, ella me educó en el conocimiento de que hay que conservar el patrimonio construido, pero no se puede olvidar a las personas. Yo, desandando sus pasos, llegaba a los lugares y la gente me preguntaba por ella, aunque hacía 10 años que no visitara esos sitios. En su trabajo ella creó lazos familiares con las personas que vivían en esos paisajes culturales”, acotó Yaumara López.

Quien camina hoy por Santiago de Cuba, quizás sin saberlo pues el anonimato suele acompañar a los que trabajan la minuciosa y detallista labor de restauración y conservación, disfrutan del trabajo y la pasión de Marta Elena Lora Álvarez. Su obra, como buena arquitecta, está en las calles de Santiago de Cuba.