Varios son los motivos por los cuales desde la Casa Dranguet, en Santiago de Cuba, decidimos acercarnos a Jesús Rivero y su Café El Taburete, que radica en la occidental provincia de Matanzas, específicamente en el municipio de Cárdenas.
El primero porque ese emprendimiento cumple, este 10 de noviembre, seis años de existencia; segundo porque Jesús confiesa ser un amante del café, pasión que protagoniza su negocio; y tercero y por si fuera poco, él es –quizás– el fan destacado más activo, más fiel y agradecido con las publicaciones del Centro del Interpretación de la Cultura de Café, popularmente conocido como Casa Dranguet, en sus perfiles en redes sociales.
¿Quién es Jesús Rivero y cuál es su relación con el café?
Bueno, soy graduado de Estudios Socioculturales desde el 2010 y desde mi época de estudiante me gusto la práctica sociocultural vinculada con el café por su arraigo en la cultura cubana.
Mi acercamiento al café visto en su conjunto va más allá de las evocaciones que me trae de mi infancia, con mi abuela recogiendo y procesando los granos que había en su patio, donde existían unas 20 plantas.
Comienzo a investigar, visitar y fotografiar antiguos cafetales, por ejemplo La Dionisia en Matanzas, Buenavista y Angerona, en Artemisa, y otros lugares vinculados de una u otra manera con el aromático grano.
Con los saberes y las herramientas que proporcionan las universidades me adentro mucho más profundo en la cultura del Café en Cuba desde la Antropología y la Sociología fundamentalmente.
En el 2015 conozco el proyecto Los Caminos del Café que se estaba gestando en Santiago de Cuba, voy a la ciudad en medio de las celebraciones por sus 500 años de fundada, visito el cafetal La Isabelica, la Casa Dranguet aún en construcción y conozco a Yaumara quien gentilmente me dio la posibilidad de conocer detalles del proyecto, con ella también pude visitar el cafetal Fraternidad y Santa Paulina algo que le agradezco mucho pues de otra manera era prácticamente imposible para mí por lo intrincado e inaccesible del lugar en aquel momento. Desde entonces he seguido la labor de la Casa Dranguet en la salvaguarda del patrimonio cafetalero desde su sentido más amplio.
¿Cómo surge El Taburete?
En el 2016 me surge la idea de abrir un pequeño negocio donde las personas, además de tomar un buen café elaborado de diferentes maneras, pudieran conocer y apreciar la cultura del Café.
Así el 10 de noviembre del 2016 abrió sus puertas El Taburete por lo que cumple ahora 6 años de fundado. Trabajo solo yo y en el horario de la mañana.
Lo que hago es justamente difundir la cultura del café, los cafetales que he visitado, en Santiago de Cuba estuve en Fraternidad, La Isabelica y Santa Paulina. También estuve en Las Terrazas, que hay uno en Buena Vista, aquí en Matanzas hay uno que se llama La Dionisia… de esas visitas tomé fotos que hoy decoran El Taburete.
En el patio de la casa tengo algunas plantas de café donde ya recojo algunos granos que empleo para decorar mi espacio. Resulta curioso cómo algunas personas disfrutan una buena taza con esa humeante bebida pero desconocen cómo luce un grano de café. Por eso los empleo para ambientar, y así motivar.
Cuéntame de la instalación que hiciste también relacionada con el café.
Un amigo y yo hicimos una instalación que presentamos en el salón de artesanía artística, organizado por la ACAA de Cárdenas. Es un evento que se hace todos los años en el mes de septiembre y tiene carácter provincial.
Ahí alcanzamos una mención. La obra se llama Al partir, y está relacionada con la cultura del café, que para mi es primero que todo, identidad.
Pero con la instalación queríamos ir más a la raíz con respecto al café.
Usamos fibras lo más naturales posible para dar esa cubanía, esa manera de hacer las cosas en Cuba. Usamos la yagua para hacer el catauro, el yute para hacer los pequeños sacos de café y esa alfombra que es supuestamente voladora, pero también se asemeja a un barco que está en el puerto cargando café, a punto de partir, pero lo carga desde lo más genuino, desde el pilón, que lo va surtiendo.
La instalación también tiene el símbolo de la cafeína, a tamaño ampliado, y recreado en fibras de guaniquiqui para que se vea un poco que es café natural lo que se está exportando, café arábico.
También está un pilón que hice yo mismo de forma artesanal, como esencia de nuestra identidad.
Le llamé a la obra «Al partir» porque es un cargamento de café que está al punto de partir pero también inspirado en un poema de La Avellaneda, que tiene el mismo nombre.
Cuando ella parte por primera vez de Cuba, ese sentimiento desgarrador lo plasma en ese poema. A mí la figura de La Avellaneda me gusta mucho, incluso a mediados del siglo XIX ella vivió en Cárdenas, donde escribió una novela llamada «El artista barquero, o Los cuatro cinco de junio» donde el café tiene un papel fundamental, sobre todo un cafetal donde vivía una familia que tuvo que emigrar…